El nacimiento de una nueva conciencia. Extracto de una canalización de Pamela Kribbe en Mi Voz Es Tu Voz.
Parcialmente reeditado por Rodrigo Ghattas-Pérez.

 

Cuando nos abrimos a nuevas maneras de ser, intuitivamente alcanzaremos la energía del corazón. En realidad, sabiéndolo o no, estamos constantemente buscando una clase de creatividad que trascienda el simple juego del Poder. Empezamos a sentir que la lucha por el poder es destructiva y que no puede crear nada nuevo ya que mata y asimila todo lo que fuese “otro” al tratar de controlar y dominar la vida ya sea dentro o fuera de nosotros mismos. Seguimos insistiendo en tratar de que la realidad sea estática y predecible y al final el poder se convierte en algo terriblemente aburrido. Cuando nos hacemos conscientes de eso nos damos cuenta de que nuestro verdadero deseo no es tener poder, sino ser creativos y ser creativos es estar en contacto con nuestra propia divinidad.

 

Todos somos seres divinos y sea lo que sea que hagamos o no, siempre estamos creando alguna clase de realidad. Porque la creatividad es nuestra verdadera naturaleza. En la fase del ego, exploramos la posibilidad de negar nuestra verdadera naturaleza. Por cierto esto también es un acto creativo, aunque sea de un modo retorcido. Sin embargo, ser verdaderamente creativo es crear conforme a la vida no conforme a la muerte. Cuando esa comprensión asoma en cada uno de nosotros se despierta la memoria del hogar. El vago recuerdo de un estado de pura y dichosa unidad penetra en nuestra conciencia nuevamente.

 

Y en el fondo sabemos que de algún modo esa es la llave de nuestra felicidad, pero puede que por momentos nos sintamos desamparados e ignorantes. Ya que no tenemos idea de cómo continuar. Incluso si sabemos profundamente que el ego no contiene la respuesta, aún estamos en el proceso de entrar al reino de la conciencia basada en el corazón.

 

Especialmente en la Tierra, habitan espléndidas oportunidades para que la conciencia se exprese a sí misma libremente de muchas formas diferentes. La Tierra fue destinada para ser un unificador de energías diferentes. Un Crisol en el cual energías diversas e incluso opuestas pudieran alcanzar un modo de coexistir en armonía. El campo energético de la tierra se creó para alojar a una serie muy heterogénea de energías. La diferencia entre vivir en la tierra y vivir en otros lugares del universo, ya sea en niveles físicos o astrales, es la enorme variedad de energías presentes en la Tierra. Más aún esa variedad no solo está presente como un vasto conjunto de formas de vida o especies, también está presente dentro de un solo ser: el ser humano.

 

El ser humano es capaz de contener un espectro de energías que tiene un rango más amplio de lo que cualquier otro ser pueda contener. Nosotros tenemos dentro tanto la energía del asesino como la del santo, la energía del niño y la del maduro, y la del anciano. La energía masculina y la femenina, la energía activa y la pasiva, la racional y la emocional, la energía del agua, la del aire, la del fuego y la de la tierra, etcétera.

 

Esto puede parecer trivial o simplemente natural para nosotros, como los seres humanos que somos, pero para cualquier otro ser del universo es una verdadera hazaña ser un humano. Ya es una hazaña sin que se haya hecho nada en especial, pero la cualidad más específica del hombre es la habilidad de fusionar energías que antes parecían incompatibles. El hombre no solo fue diseñado para sostener todas esas diferentes energías sino para ser un mediador, un constructor de puentes. Entre ellas la razón por la cual el espíritu o Dios o Todo Lo Que Es apareció con el concepto del ser humano, fue a causa de que el Universo se había estancado en una situación de estasis. La conciencia a medida que explora la vida fuera de la unidad tiende a experimentar diferentes formas de vida en diferentes planetas y lugares en el universo. La mayoría de los cuerpos extendiéndose en densidad desde lo físico a lo astral ofrecían y ofrecen rangos limitados de experiencia, y por lo tanto limitadas oportunidades para crecer o transformarse mientras se estaba en ese cuerpo.

 

El cuerpo no podía sostener tantas energías diferentes. Por ejemplo, si nosotros viviéramos en un planeta de agua donde hubiéramos encarnado como un ser acuático, eso nos permitiría experimentar la naturaleza del agua de todos los modos posibles. La sensación de ser líquido, no rígido, sino fluido y con movimiento es en verdad maravillosa. Pero si nosotros deseamos experimentar ser fijos e inmóviles entonces necesitaríamos dejar ese cuerpo de agua y vivir durante un tiempo dentro de una montaña, por ejemplo. Es difícil sino imposible cambiar la conciencia dentro de aquel cuerpo no terrestre. La consecuencia de ese rango limitado o especializado dentro de un cierto cuerpo fue que el mundo creado de formas se quedó atascado. No pudo crecer ni expandirse y se quedó encerrado en una especie de estasis. El ser humano fue diseñado para cubrir un inmenso rango de energías, no fue pensado para la especialización.

 

El verdadero poder del ser humano es el poder de sostener un amplio conjunto de energías y llevarlas a un estado de equilibrio creativo, no estático. En realidad ese poder es igual a la habilidad de transformar la oscuridad en luz, por ejemplo, el poder de la alquimia espiritual. Aquello que lleva a las energías antiguamente opuestas a un estado de armonía dinámica, esa es la energía crística, la energía que mantiene la unidad en la fase de la dualidad. Esa es la misma energía que transforma la oscuridad, aceptándola y de ese modo permitiéndole al miedo transformarse en alegría. La energía crística es la tercera energía, la cual une aceptando. Su fuerza alquímica yace en su cualidad de ser completamente abrazadora, completamente aceptadora, e intrépida. Nosotros como seres humanos somos los únicos seres que tenemos tal habilidad para la alquimia espiritual. Ni las plantas, ni los animales, ni los ángeles, ni los señores de la oscuridad, tienen ese poder. Todas las almas pueden experimentar cómo es ser luz y cómo es ser oscuridad, cómo es ser todas las diferentes clases de seres que viven en el universo, pero no pueden experimentar cómo es transformar la oscuridad en luz.

 

Mientras esas almas permanecen en su actual forma de vida determinada, ellas no pueden imaginar cómo es cambiar en niveles interiores. De tal modo que nosotros creamos una realidad diferente ya sea física o espiritual para nosotros mismos mientras caminamos. Las almas que están encarnadas en otras formas de vida, diferentes a la humana, también crean su realidad y poseen libre albedrío, pero tienen menos posibilidades de cubrir estados de conciencia altamente diferentes e incluso opuestos mientras permanecen en el mismo cuerpo. De la misma forma que nosotros como humanos somos constructores de puentes o alquimistas espirituales (y eso es lo que hace únicos a la Tierra y al ser humano).

 

Nosotros encarnamos aquí en cuerpos humanos con la intención de traer luz y crear valores basados en el corazón, en un medio ambiente que estaba hasta hace poco esencialmente dominado por valores egoístas. Cada uno puede comenzar el proceso de transformación interior por el cual completar la transición de la conciencia basada en el ego a la conciencia basada en el corazón. Estamos todos en el camino de liberar completamente la conciencia basada en el ego, como colectivo planetario.

 

Hay que atrevernos a toparnos con esa oscuridad dentro de nosotros mismos. La razón más fundamental por la que estamos aquí es para sanarnos a nosotros mismos. Hay que desear hacernos responsables de la oscuridad que hemos contribuido a esparcir, interna y externamente. Sin embargo, hacernos responsables de nuestro lado oscuro en principio puede ser una aventura solitaria, pero la verdad es que cada uno es responsable de su propia felicidad o desgracia. Lo cual es una bendición, ya que le otorga a cada cual el poder de crear y de ese modo modificar su propia realidad.

 

Cuando observamos desde el corazón no existe batalla entre el bien y el mal, la realidad del corazón los trasciende a ambos. El corazón no se opone a la oscuridad, la conciencia basada en el corazón está fundada en la aceptación de todo. De cada cosa que existe, es un tipo de conciencia que libera la idea de que la lucha resuelve algo. Aunque anhelamos tratar con la realidad de un modo pacífico y no combativo, debemos ensayar y experimentar en cómo lograr ese ideal.

 

El papel de víctima es justamente eso, un papel que nosotros representamos. Es una posible interpretación de los hechos pero es una manera limitada y distorsionada. Nosotros no somos ni víctimas ni agresores, somos las conciencias de las almas que han creado papeles para nosotros mismos a fin de representarlos durante un tiempo. Muchas veces nuestras vidas reflejan nuestros propios amarres a la conciencia basada en el ego, una dependencia de ella. Si buscamos resultados a través de la lucha recibiremos de vuelta la energía de la lucha. Eso es nuestra propia energía regresando a nosotros, y es el único significado de karma. La tendencia a combatir la maldad, entre comillas, está basada en la creencia de que lo malo está fuera de nosotros y que la maldad tiene que ser desterrada de la realidad.

 

La invitación espiritual que se nos hace es reconocer y aceptar nuestro propio lado oscuro y comprender que el papel y propósito de esa invitación es incluso más profunda. Es descubrir nuestra inocencia, somos inocentes y siempre ha sido así. Si logramos comprender eso, ya no querremos cambiar el mundo, ni luchar contra la injusticia, nunca más. Solamente buscaremos jugar, tener alegría, y disfrutar cada momento de la vida siendo quienes somos y compartiéndolo con otros. Estamos a punto de nacer a una nueva conciencia, una clase de conciencia que se ha liberado completamente de la necesidad de controlar o poseer algo. Está libre de miedo, esa es la conciencia crística.

 

La espiritualidad no se trata de una batalla entre la luz y la oscuridad, se trata de hallar un nivel de conciencia que va más allá del bien y el mal. Un lugar desde el cual podemos comprender y aceptar todas las cosas, el reino de Dios está dentro. Todo lo que necesitamos está dentro, la paz, la alegría y la tranquilidad son nuestras cuando reconocemos quiénes somos realmente. Es decir, un ser divino en expresión. Solo cuando nos damos cuenta de eso y decidimos transformarnos y sanarnos las cosas comienzan realmente a cambiar para nosotros mismos y como un efecto colateral, para otras personas alrededor.

 

El mundo es lo que es y lo más elevado que podemos hacer por él es simplemente amarlo por lo que es, amemos y veamos la belleza de cada ser que está viajando a través de este plano de la realidad. Podemos lograr estar en posesión de un elevado nivel de conocimiento de nosotros mismos, esa es la energía hacia la que nos estamos moviendo. La energía Crística, la energía de nuestro propio ser futuro esperando ser anclada aquí y en el ahora, en está realidad en la que hemos decidido encarnar.

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